Es lamentable que los deudores tengan que sufrir las consecuencias de su “cáncer-deudal” y de que dejen que sus vidas y la de quienes les rodean se fracturen por no actuar desde un principio, pero el ser humano, en multitud de ocasiones hasta que no se ve con el agua al cuello, no reacciona.
Las tres fases por la que suelen pasar los deudores son las siguientes:
Fase 1. Deudores que están a las puertas de impagar.
Suelen seguir creyendo que podrán refinanciar, piden prestado a familiares y amigos, sin saber que no se lo podrán devolver fracturando las relaciones con ellos. No se imaginan aún la tormenta que se les avecina. Comienzan a sentir leves síntomas del «cáncer-deudal«, sienten miedo, pero aún no suelen acudir a nosotros para que les ayudemos. Suelen buscar más y más préstamos o tarjetas y siguen dispuestos a engrosar su deuda.
Fase 2. Deudores que han comenzado a impagar.
Comienzan a sentir la avanzadilla de la tormenta. Algún recibo impagado, alguna llamada esporádica de algún acreedor, etc. El miedo y su “cáncer-deudal” comienzan a extenderse en algunas facetas de su vida. Algunos ya reaccionan y acuden a nosotros, pero otros aún reacios a actuar se que quedan inmóviles. Ya deberán más de tres recibos y habrán recibido avisos de inicio de reclamaciones por el importe total de los créditos. La autoestima empieza a verse mermada. El insomnio comienza a estar presente todas las noches. Comienza el proceso de abandono y el deterioro de las personas.
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Fase 3. Deudores que ya llevan mucho tiempo impagando.
En esta fase los deudores ya está inmersos en la «tormenta-deudal», llevan muchos meses, incluso años sufriendo las devastadoras consecuencias de la misma. La mayoría de nuestros clientes acuden a nosotros en esta fase. Se siento solos, abandonados, pues su película cansa a quienes les rodean y máxime que no han podido devolverles el dinero a quienes se lo prestaron. La autoestima la tienen por los suelos.
Las relaciones sociales son nulas, pues está absorbidos por sus problemas económicos. Las relaciones de pareja se han fracturado en la mayoría de ellos. Apenas se cuidan, abandonan el ejercicio y la alimentación adecuada. No podrán llenar la nevera, ni pagar la luz y el agua. No tendrán cabeza para disfrutar de sus hijos. Las miles de llamadas de las empresas de recobros les han ido mermando toda seguridad en sí mismos, se sienten que no valen nada, pues se auto castigan por los errores cometidos, se auto flagelan psicológicamente. Viven asustados, algunos no quieren ni salir a la calle por que sus vecinos y familiares ya saben de su situación pues los acreedores ya se habrán encargado de humillarles para que se sientan “una basura”. Cuando suena el timbre de su casa, tiemblan pues están agotados de recibir las notificaciones del juzgado. Estarán embargados de por vida y sus deudas habrán aumentado por los intereses y las costas judiciales. No podrán dormir tranquilos.
Esta fase es muy peligrosa ahora ya no solo se trata de tener que salir del “cáncer-deudal” ahora se trata de tener que recuperan la autoestima, pieza clave para enfrentarse al problemática que padecen. Es fundamental, volver a quererse así mismo, desprenderse del sentimiento de culpa y de regenerar la capacidad de decisión, es fundamental recuperar el concepto que se tienen de ellos. Ahora tienen que reincorporarse a la vida social y eso no es fácil. Es probable, que sus relaciones de parejas se hayan deteriorado y que ya no se hablen con familiares y amigos. Ahora, tienen que volver a empezar de cero, pero con la mochila del pasado. Es esencial desprenderse de esa carga, de ese “cáncer-deudal” de lo contrario, no tendrán ninguna oportunidad de salir adelante.
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Cuanto antes se acoja a la Ley de Segunda oportunidad mejor, pues:
Es la única solución real al sobre endeudamiento si no pueden pagar sus deudas.
Les permiten tener una Segunda Oportunidad y reducir sus deudas hasta un 100%.
Es lo correcto y legal, es el deber de los buenos ciudadanos.
Es la única medida que evita entrar en la pesadilla de las deudas, el «cáncer-deudal».
Les permitirán conservar la vivienda cuando se alcanza un acuerdo con los acreedores, o por el contrario, desprenderse de ella cuando se llega a la exoneración de las deudas, especialmente cuando esten sobre-hipotecadas.
Curiosamente, a los deudores que están en la fase uno les cuesta mucho acogerse a la Ley de Segunda Oportunidad, pues son muy incrédulos y creen que podrán solucionar su problema de alguna manera. Actuar acogiéndose a la Ley de Segunda Oportunidad en las fases avanzadas (dos y tres), indudablemente les eliminarán la mochila de las deudas pero les supondrá además tener que recuperar la autoestima perdida. ¡¡¡ACTÚA Y CUANTO ANTES MEJOR!!!
Guillermo González Fernández
Abogado y Sociólogo defensor del derecho a una segunda oportunidad
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