La mayoría de todos nosotros nos aferramos y somos esclavos de las creencias auto limitantes que preestablecemos y conformamos a lo largo de nuestras vidas. Se instauran en nuestro modo de pensar y de hacer. Son las que nos delimitan nuestra programación mental…
y las que nos asientan el miedo, la vergüenza, la cobardía, la valentía, la in/seguridad, la soberbia, el orgullo, el apego o por el contrario, el desapego, etc.
Digamos que las creencias son las que nos marcan los límites de nuestra forma de pensar y de actuar.
Durante la infancia ya nuestros padres comienzan a enseñarnos, obviamente de la mejor forma que ellos saben, y lo hacen basándose en sus propias creencias y educación ya asentadas en ellos. La familia cercana son parte de los referentes, pero además de ella, influyen también los amigos, la política, la televisión, la religión, etc.
En la medida en que cumplimos años asentamos como parte de nuestra programación mental toda la experiencia vivida en nuestro pasado como si de una robusta cadena se tratara, eslabón a eslabón. Con el paso del tiempo, los eslabones se hacen más y más gruesos y de un metal más resistente. Es ahí donde se instaura el apego a todo lo anterior, nuestra personalidad se ha consolidado durante la formación de los eslabones. Interpretamos nuestra realidad basándonos en ellos, pensamos condicionados por dichas creencias.
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Durante el desarrollo de nuestras vidas mientras no sufrimos situaciones traumáticas o duras, no somos conscientes de nuestras creencias, lo vemos normal, es más ni siquiera nos replanteamos nada de lo aprendido e interiorizado en nuestra forma de ser pues mientras no ocurra un “crack mental” no nos es necesario cuestionarnos lo aprendido y desapegarnos de lo aprendido.
Pero, ¿Que ocurre cuando sufrimos un “crack mental” a consecuencia de acontecimientos inesperados y/ó traumáticos?
Como nuestra programación mental ya está muy asentada, nos encontramos apegados a la misma. Nuestra mente no permite de inmediato cargar una nueva aplicación que nos permita procesar una nueva información.
Las consecuencias a corto plazo son terribles nos encontramos desubicados, asustados, desorientados. Depender exclusivamente de lo aprendido anteriormente y no estar abierto a nuevas opciones, es apegarse al pasado. Es razonable que necesitemos tener referentes, referentes que estén asentados, y que conformen lo que popularmente es conocida como nuestra “zona de confort” pero debemos estar preparados y tener más capacidad para descubrir lo que hay fuera de dicha zona. Cuando se sufre un acontecimiento traumático surge la depresión y el miedo al no disponer de recursos que gestionen algo desconocido.
Ante situaciones imprevisibles es necesario modificar ciertas creencias, o mejor dicho, incorporar nuevas aplicaciones y recursos en nuestra programación mental. Lo aprendido anteriormente nos es que suela estar erróneo, es simplemente nos asusta lo nuevo.
Mirar los errores del pasado no debe ser una autoflagelación, sino todo lo contrario, deben ser contemplados y considerados como un aprendizaje que va más allá de aquello a lo que, corto plazo, no vemos. El miedo es natural, pero debemos saber gestionarlo y percibirlo como tal. El miedo suele implicar que nos enfrentamos a algún acontecimiento desconocido y lo desconocido asusta.
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Apegarse al pasado no es sano, el pasado es pasado, el pasado es la escuela de la vida que nos enseña. Apegarse a aquello que ya ha pasado es absurdo, debemos reconocer los errores cometidos y convertirlos en momentos de oportunidades. Cuando nos apegamos al pasado, que ya no podemos modificar, buscamos culpas en los demás en lugar de mirarnos a nosotros mismos, eso es lo más cómodo. Reprochamos a nuestros padres, familiares, parejas, amigos, y a otros en aras de exculparnos para no responsabilizarnos de nuestros propios actos y si es necesario nos hacemos las víctimas para que con la pena nos saquen las castañas del fuego.
Esto es trasladable a todas las facetas de la vida, y en concreto, en el caso que nos ocupa, el de las deudas también.
Las deudas, normalmente, las habéis ido contrayendo, lentamente, con el paso del tiempo. Cada una de ellas, las habéis ido justificando; necesito los muebles, necesito el vehículo, necesito la vivienda, necesito unas vacaciones, necesito más ropa, etc.
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Si el vecino lo hizo, ¿yo porqué no?
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¿Que van a pensar nuestros amigos si no nos vamos de vacaciones?
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Si todo el mundo se en trampa con una mega hipoteca, yo ¿Por qué no?.
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Si el director del banco me ha dicho que me da lo que necesite, etc.
La mayoría de vuestras decisiones las habéis ido tomando sobre la base de obtener la aprobación y aceptación de los demás. Es innegable que los políticos y los bancos influyeron decisivamente en el sobre endeudamiento, pero la decisión última siempre ha sido la vuestra, que firmasteis cada una de las deudas.
Muchos de vosotros, incluso metiendo de avalistas a parejas, suegros, padres, hermanos, amigos, etc.
Ahora no os la deis de víctimas, realmente cometisteis errores y vosotros fuisteis los responsables de ello. Ahora lloriquear no sirve de nada. Ante los errores, lo fundamental es reconocerlos para, a partir de ahí, mejorar y solucionar. Si os fijáis, la mayoría de vosotros os endeudasteis para satisfacer el ego y obtener el reconocimiento y la aprobación de los demás. Vuestra autoestima dependía de ello.
A raíz de lo que os ha ocurrido, debéis avanzar y daros cuenta que el sobreendeudamento del pasado tiene mucho que ver la necesidad de aprobación que teníais, fruto de una baja autoestima.
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Si estos errores los habéis reconocido, ¡¡¡Enhorabuena!! ahora comenzáis el camino de aprender, aprender de ellos. Los éxitos no nos enseñan son estos errores los que nos obligan a salir de la zona de confort y a avanzar, pero para ello hay que dejar atrás el papel del victima y no delegar esa responsabilidad en los demás. Basta de apegos, basta de culpar a los demás. Atreveos a solucionar vuestras propias vidas, sed valientes y no busquéis excusas para seguir en el mismo punto de vuestro pasado. El pasado, pasado está, no os apeguéis a él, ya no lo puedes controlar, lo que si es seguro es que el presente si está en vuestras manos. Desapegaos de vuestro pasado, fortaleced vuestra autoestima, sed vosotros mismos, no sufráis por el que dirán y vivid vuestras vidas. Dejad los miedos y afrontar el problema que actualmente estáis padeciendo. Afortunadamente, ahora con la ley de Segunda oportunidad, podéis empezar de nuevo.
Guillermo González Fernández
Abogado y Sociólogo defensor del derecho a una segunda oportunidad
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Ahora realmente tienes una Segunda Oportunidad. ¡¡¡Comienza de nuevo!!!
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Deudas publicas están incluidas no puedo más estoy perdiendo a mi familia quiero pagar pero no me dan chance me piden cantidades elevadas no puedo más si podéis ayudarme??
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Estimado Hugo, las deudas públicas son creditos privilegiados, como tales tienen «privilegios» sobre el importe del principal, pero los intereses, sanciones y recargos podrían ser susceptibles de ser eliminados y la cantidad que quedara se podría aplazar sin intereses a varios años. ¡¡¡Ánimo!!!
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Qué bonito, muchas gracias…! y tiene ud. razón, yo tampoco entiendo por qué me llaman a cada rato de un banco que se llama Interbank, aquí en Lima Perú. Y una vez hasta una «rectificación de domicilio» me hicieron llegar a mi casa y mi papá se enteró y no sabe la verguenza que me dió. Eso de la autoestima es muy importante. Y hay que mantenerla en alto, porque muchas veces por ella es que uno se mete en deudas, muchas veces por el que dirán….y encima de gente a la que ni le importamos. Esta bravazo su blog.
Mónica Contreras
Saludos desde el Perú.
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Estimada Mónica, veo que eres de Perú, y que en todos los rincones del mundo la problemática es la misma, la pérdida de autoestima ante el problema de las deudas. Sobre este tema escribo mucho pues parte de la solución, con independencia de la vía jurídica, es recuperar la seguridad en uno/a mismo/a para salir adelante.
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Muchas gracias! Su blog me está ayudando mucho
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